Educar a los hijos es una de las labores más difíciles del mundo, pocas hay comparables por su intensidad, durabilidad y complejidad. Los padres nos movemos en un constante «prueba-error», en ocasiones acertamos y muchas nos equivocamos.
Y es que, hemos de enseñar a los niños tantas cosas que el proceso de aprendizaje es largo y laborioso. Lo que sí aprendemos pronto es que los niños necesitan rutinas, desde el mismo momento de su nacimiento.
Imponemos rutinas de sueño, de comida, de higiene, pero ¿qué ocurre en los períodos vacacionales cuando las rutinas son más escasas? La falta de hábitos causa estragos en los niños. Esto es lo que hace la falta de rutinas a los niños… ¡y a los padres!
Las rutinas son fundamentales en la vida de un niño. Las primeras que aprenden son las de sueño y alimentación y, poco a poco, van adquiriendo otras muchas necesarias para una buena convivencia. Tienen muchas ventajas:
– Las rutinas aportan a los niños seguridad: les ayuda a ganar destrezas o a adquirir pautas de comportamiento. Un hábito puede ser lavarse los dientes después de comer, quitarse los zapatos al entrar a casa o hacer 5 comidas al día. Es una forma de ordenar el día a día de un niño para que así se sienta seguro y tranquilo.
– Elimina conflictos en casa: por decreto ley impuesto por nosotros, por las noches, por ejemplo, el niño se ducha, después cena y por último se va a la cama y, a no ser que esté enfermo o suceda algo excepcional, eso es lo que ocurrirá todos los días, sin peleas ni negociaciones.
– Ayuda a que los niños sean más independientes y responsables: adquieren hábitos y, aunque al principio, hay que recordárselos, terminarán asumiéndolos y realizándolos por sí mismos.
Ayer estábamos otra mamá y yo mirando a nuestros hijos cómo jugaban y estaban… ¡totalmente desatados! Subían, bajaban, saltaban, gritaban, se peleaban, hacían por molestarse… Era un frenesí inagotable. Ambas nos contábamos nuestras experiencias y llegamos a la misma conclusión: en vacaciones se portan peor, son las consecuencias de la falta de rutinas para el niño.
Hay momentos en los que seguir las rutinas del día a día se hace inviable o simplemente más complicado, suele ser en períodos vacacionales cuando salimos de viaje o simplemente los niños tienen otros horarios más relajados. En esos momentos las jornadas se alargan, las horas de comida se relajan y no hay tantas actividades. Sin embargo, esta falta de rutinas, aunque necesaria y entendible en ocasiones, vuelve a nuestros hijos un poco alocados e indomables:
– El cambio en el patrón de sueño, influye en la calidad del sueño, a los niños les cuesta más ir a dormir, pueden incluso sufrir insomnio.
– Los niños se enfadan más, están más irritables.
– Se aburren en seguida.
– Están más protestones y quejumbrosos.
– La falta de tareas hace que cuando tienen que hacer una sea un auténtico drama, les cuesta mucho más realizarlas.
– Se crean más conflictos entre hermanos o incluso, entre padres e hijos.
– Los niños están más nerviosos e inquietos.
– Este despliegue de nervios, enfados y protestas hace que los padres perdamos la paciencia con más frecuencia que en otros momentos.
Es por ello que, incluso en vacaciones, aunque bajemos el ritmo, debemos seguir imponiendo una serie de rutinas al día, una disciplina, para que, aunque estén más intensos, no acaben con nosotros.