‘Los niños han sido buenísimos, se han portado fenomenal’, es la frase que repiten los suegros y las abuelas cada vez que se quedan con los hijos una tarde. Tu, no terminas de creérlo, los miras de reojo e insistes en pensar: ‘¿no han chillado?, ¿no se han pegado?, ¿se han comido todo?, ¿han recogido sus cosas?, ¿terminaron los deberes?’ La respuesta suele ser sí, sí, sí, sí.
En esos momentos existe una doble sensación, por un lado alegría porque su conducta fue intachable y, por otra, cierta indignación… ‘pero, ¿por qué conmigo no es así?, te preguntas.
Un informe falso dio la vuelta al mundo afirmando que los niños se portan un 800% peor con las madres y es que, la broma parecía tan real que muchos cayeron. En definitiva, planteaba esa eterna pregunta: ¿por qué los niños se portan peor en presencia de las madres?
Hace un par de años surgió un estudio (que resultó ser falso aunque sigue dando vueltas en Internet), que fue publicado en la web estadounidense Mom News Daily. Muchos recogieron aquello como verdadero y es que en definitiva, no era descabellado. Según este informe falso que decía proceder del Departamento de Psicología de la Universidad de Washington, los niños se portan un 800% peor en presencia de la madre y, en los niños son mayores de 10 años, el porcentaje se duplica al 1600%.
Un inventado doctor en psicología, el Dr K.P. Leibowitz, afirmaba que «Lo que encontramos fue que los niños de tan sólo ocho meses podían estar jugando felices, pero al ver entrar a su madre en la habitación, eran un 998,9% más propensos a empezar a llorar, a liberar sus intestinos y a demandar atención inmediata. El 1% era un niño con problemas de visión que, una vez escuchó la voz de su madre, comenzó a tirar cosas y pidió un snack a pesar de haber comido».
Esta broma lanzada por una web de parenting parecía verídica porque, en definitiva es lo que viven muchas mamás a diario. No necesitamos un estudio para saber esto: los niños se portan peor en presencia de las madres. Y tenemos dos teorías al respecto:
– Confianza: nuestros hijos pasan mucho tiempo con su mama, esto ha sido así tradicionalmente y, en muchos casos, todavía hoy en día, son ellas quienes piden reducciones de jornada laboral u organizan su trabajo para poder atenderles. Esto genera una confianza hacia las madres mucho mayor que con cualquier otra persona de su entorno. Esta relación de confianza hace que relajen su conducta y, en ocasiones, den rienda suelta a sus emociones.
De hecho, nosotros no nos comportamos de la misma manera en todos nuestros círculos y sólo con aquellas personas que de verdad son de mucha confianza, nos relajamos y mostramos nuestro verdadero ser, sacamos nuestro peor genio o nuestro yo más tierno. Con los niños es igual.
– Los niños demandan nuestra atención: nuestros hijos, sobre todo en edades muy tempranas, no quieren fastidiarnos a propósito, no hacen lo imposible para sacarnos de quicio. Ciertas conductas como llorar, patalear o gritar, no es otra cosa, en determinados momentos, que una llamada de atención hacia las madres. Necesitan de todo el cariño y afecto que puedan darles, incluso cuando les dan mucho, ellos necesitan más.
Buscan consuelo y lo buscan en su madre, porque en las mamás encuentran ese abrazo cuando tienen una pesadilla, ese beso cuando se han caído o esas palabras de aliento cuando no han conseguido meter un gol. En los padres buscan otras cosas: diversión, explorar, juegos, experiencias, consejos…
Las madres, en general, son esa protección que nuestros hijos asocian de forma innata con la supervivencia.